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jueves, 24 de diciembre de 2015

Del Valhalla a Belén, por Claudia López Vargas


Nuevamente llegamos a Navidad y todas las casas de visten de luces y se llenan de ricos olores que nos recuerdan nuestros más hermosos momentos de la infancia, la familia, los amigos, los abuelos, los regalos debajo del árbol.  Las papilas se llenan de gusto con los tradicionales sabores de la temporada y todas las personas parece que sacan a relucir sus emociones más hermosas llenas de sonrisas, buenos deseos y abrazos afectuosos.


Existen Fuentes históricas que nos llevan hasta los Asirios, Babilonios, Egipcios e Indios en los orígenes del Árbol de Navidad.  En esta ocasión nos quedaremos con una visión más Eurocentrista de este origen pagano de uno de los símbolos más amados de la Navidad y sólo tocaremos su origen Alemán de influencia Vikinga.


Cuando los primeros cristianos llegaron al norte de Europa, descubrieron que sus habitantes celebraban el nacimiento de Frey, dios del Sol y la fertilidad, adornando un árbol perenne, en la fecha próxima a la Navidad cristiana. Este árbol simbolizaba al árbol del Universo, llamado Yggdrasil, en cuya copa se hallaba Asgard (la morada de los dioses) y el Valhalla (el palacio de Odín); y en las raíces más profundas estaba Helheim (el reino de los muertos). Posteriormente con la evangelización de esos pueblos, los conversos tomaron la idea del árbol, para celebrar el nacimiento de Cristo, pero cambiándole totalmente el significado.


Se dice que San Bonifacio (680-754), evangelizador de Alemania, tomó un hacha y cortó un árbol que representaba al Yggdrasil (aunque también pudo ser un árbol consagrado a Thor), y en su lugar plantó un pino, que por ser perenne, simbolizó el amor de Dios, adornándolo con manzanas y velas. Las manzanas simbolizaban el pecado original y las tentaciones, mientras que las velas representaban la luz de Jesucristo como luz del mundo. Conforme pasó el tiempo, las manzanas y las velas, se transformaron en esferas, luces y otros adornos.


Después se agregó la tradición de poner regalos para los niños bajo el árbol, enviados por los San Nicolás o también conocido como Santa Claus (y Papá Noel) o los Reyes Magos, dependiendo la leyenda de la zona donde se encuentre.


La tradición de adornar el árbol navideño bajo un enfoque Judeo-Cfristiano se inició en Alemania y Escandinavia en los siglos XVI y XVII extendiéndose posteriormente a otros países europeos. Para su decoración se emplean, en la actualidad, una gran diversidad de objetos y elementos, siendo los más tradicionales:
  • Estrella: colocada generalmente en la punta del árbol, representa la fe que debe guiar la vida del cristiano y nos recuerda a la estrella de Belén.
  • Esfera: al parecer en un principio San Bonifacio adornó el árbol con manzanas, representando con ellas las tentaciones. Hoy día se acostumbra colocar bolas o esferas (en algunas regiones también llamadas bambalinas o chirimbolos) que simbolizan los dones de Dios a los hombres.
  • Lazos: Siempre se ha pensado que los lazos representan la unión de las familias y personas queridas alrededor de dones que se desean dar y recibir.
  • Luces: en un principio velas o teas ardientes, representan la luz de Cristo.


Es posible que el primer árbol navideño, como se conoce en la actualidad, surgiera en Alemania, donde se implantó por primera vez en 1605 para ambientar el frío de la Navidad y con un profundo fondo pagano en adoración a sus dioses ancestrales, comenzando así su difusión. A Finlandia llegó en 1800, mientras que a Inglaterra lo hizo en 1829, y en el Castillo de Windsor se vio por primera vez en 1841, de la mano del príncipe Alberto, esposo de la reina Victoria.

La costumbre de adornar un árbol en los hogares españoles fue llevada en el año 1870 por una mujer de origen ruso llamada Sofía Troubetskoy... Lo demás es historia...